martes, 4 de agosto de 2009

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Huyen del ginecólogo por miedo y vergüenza
Aunque 10 mil mujeres mueren al año de cáncer de mama y cervicouterino, no hay una cultura de la prevención, pues para algunas las consultas son costosas o intrascendentes
Natalia Gómez Quintero
Mónica estaba tendida, tenía las piernas abiertas. Él la miró atentamente, entró en su vagina. Ella gimió.
—¿Te molesta?
Ella meneo la cabeza.
—Respira profundo, sólo serán unos minutos. Respira, respira.
Esta escena podría estar resguardada en las memorias eróticas de Mónica, pero en realidad forma parte de las experiencias más traumáticas que ha tenido que describir postrada en un sofá frente su psicólogo, al quien acudió porque quiere superar el temor que la acecha cada que acude con otro especialista, el ginecólogo.
Pero a pesar de la incomodidad que la causa, al menos Mónica asiste a la revisión médica de vez en vez. Muchas otras mujeres no suelen visitar al ginecólogo regularmente. Y algunas más no lo han hecho nunca.
En México no hay cifras concretas del número de mujeres que no asiste al ginecólogo, ni mucho menos un estudio de percepción que revele los motivos de esta dinámica. Sin embargo, en 2006 el Centro Latinoamericano Salud y Mujer reveló en una encuesta que 40% de las mujeres no cumplen con su control ginecológico anual; de éstas, la mitad sólo vio al médico cuando nacieron sus hijos o no lo vio nunca.
Para no ir, algunas argumentan pudor, miedo al dolor, desidia, pena, temor a ser diagnosticada con algún padecimiento grave, pero también insuficientes recursos económicos, dificultad de acceso a los servicios públicos de salud o malos tratos de los médicos.

A ello se le suma una cultura machista que se expresa en maridos que impiden que sus parejas acudan al ginecólogo, el papel que la propia mujer ha asumido de cuidadora de todos menos de ella misma y el limitado ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
El pudor frente al especialista
Vania Gutiérrez tiene 20 años e inició su vida sexual hace tres. Su primera cita con el ginecólogo fue justo cuando quedó embarazada, hace ocho meses.
“Claro que me dio mucha pena”, dice Vania, quien hace como dos años intentó concertar una cita con un especialista de este tipo, pero los 200 o 300 pesos de la consulta privada -pues no contaba con servicio médico público-, le eran imposible de juntar.
Una consulta al ginecólogo privado puede rebasar los mil pesos.
Sin embargo, la no asistencia al médico no tiene una relación directa con que la mujer tenga bajos niveles económicos o de educación.
Sandra es una profesionista de 35 años con una vida sexual activa. Dice que le resulta intrascendente acudir al especialista porque ninguna molestia ha tenido, no obstante, alguna vez reconoció que si visitara al ginecólogo y le diagnosticaran una enfermedad grave, optaría por el suicidio.
Luis Alberto Villanueva Egan, director del Hospital de la Mujer, dependiente de la Secretaría de Salud, subraya que el desarraigo de una cultura de la prevención pesa de manera importante entre las mexicanas, “una clara medida que revela que las mujeres no están acudiendo al médico, es el índice de mortalidad del cáncer cervicouterino y de mama”. Anualmente mueren unas 10 mil mujeres por ambos padecimientos.
La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia señala que 17% de las mujeres de ese país no han visitado nunca a un ginecólogo por el miedo y la vergüenza que sienten ante este tipo de consultas, siendo esto un factor que obstruye la detección y solución de enfermedades.
La primera vez
Judith describe menos traumática su primera relación sexual que su visita con un ginecólogo del IMSS. Esa ocasión, cuando se vio obligada a acudir ante el presentimiento de tener una enfermedad de transmisión sexual, no hubo un trato mecánico casi de rutina aburrida por el excesivo número de pacientes que se atienden en esos servicios, sino más bien un ambiente de escarnio porque a leguas se veía que la de Judith era su primera vez.
“Recuerdo perfecto como al mismo tiempo que la residente me hacía el tacto, la enfermera regordeta me tomaba la presión y me preguntaba en tono burlón: ¿Estas nerviosa?”, expresa.
Villanueva Egan advierte que cuando las mujeres deciden asistir al ginecólogo ya sea a nivel público o privado, pueden encontrar malas prácticas, incluso “escenarios siniestros de maltrato psicológico abierto”, lo cual ocurre con frecuencia sin que se denuncien estos casos de manera formal porque se cree que así son las cosas o que es parte de la práctica profesional.
“Es frecuente escuchar a personal médico durante el parto decirle a las mujeres: ‘Antes sí separaste las piernas’, ‘Así gritabas también cuando te lo estaban haciendo’ o ‘Ya cállate, qué no entiendes’. Algunos casos pueden referir une especie de acoso sexual”, dice el director del Hospital de la Mujer.
Pero éstas fuertes prácticas se quedan en los consultorios y no llegan a los expedientes de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ni al de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, organismo que señala que en los dos últimos años no ha tenido una sola queja en este sentido.
Luz María García Pérez, directora de Desarrollo de Programas Institucionales del Instituto Nacional de la Mujer (Inam), asegura que hay muchos obstáculos para tomar la decisión de acudir al especialista, entre ellos la insensibilidad ante el dolor por parte del personal médico, pero también el hecho de que muchas mujeres no han desarrollado la noción de apropiación de su cuerpo.
“Cuidan al esposo, a los hijos, a la madre, a la suegra y no se permite sentir síntomas. Es común escucharles decir: ‘No me puedo enfermar porque tengo que atender esto o lo otro’”, señala Luz María García Pérez.

Los usos y costumbres
Explica que en zonas rurales o comunidades regidas por usos y costumbres se agrega el control del hombre sobre el cuerpo de la mujer. Revela que dentro de los primeros resultados de un análisis individualizado en muertes por amenaza obstétrica, realizado en Guerrero, Oaxaca, DF y Veracruz, se señala que la mujer no acudió al médico porque el hombre no le dio permiso.
María José siempre ha preferido acudir con una mujer a su revisión anual, donde siempre le toman la muestra de fluidos para su examen de papanicolau. Dice que una igual a ella puede entender con mayor facilidad sus dolores y de paso su vergüenza al quitarse la ropa es menor que frente a un hombre.
Los ginecólogos María Eugenia González Morales y Mauricio Osorio, ambos con experiencia de servicio en el ámbito público y privado, aseguran que más que decidir si acudir con un especialista hombre o mujer, el asunto es hacerlo desde el inicio de la vida sexual, no obstante hay casos en los que un pediatra puede pasar la estafeta a un ginecólogo cuando en la adolescencia hay alteraciones del ciclo menstrual de las pacientes, por ejemplo menstruaciones que son en exceso dolorosas.
Maribel, de 30 años, ha llevado sus principios religiosos a pie juntillas. Practica la abstinencia sexual por lo que le resultaba excesivo asistir al ginecólogo. No obstante, hace un año le empezó a crecer el vientre y lo atribuyó al sobrepeso, ello a pesar de que ya tenía hemorragias irregulares. Los malestares eran evidentes y “tuvo que hacerse fuerte y dejar a un lado su pudor”. Le identificaron un mioma con el tamaño similar a un embarazo de cuatro o cinco meses y hoy está en riesgo de perder la matriz.


Comité Coordinador
José Angel Aguilar Gil

Información Red Electronica
Ricardo Fonseca Ceja
Ma. de Lourdes Camacho Solis

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